Un domingo cualquiera (Libre)

- Por favor, Curdy, déjame aquí. Me apetece pasear un rato.- le dije a mi lacayo desde el interior del carruaje.

- Lo que usted diga, señor. ¿Paso a recogerle a la caida del sol?

Asentí y el joven hizo ademán de bajarse para ayudarme, pero yo ya había salido al fresco aire limpio del parque. La hija de mi ama de llaves se casaba pronto y yo mismo le estaba ayudando con algunas compras porque la boda se celebraria en la abadía Lovegood. De hecho, se casaba con el joven Curdy y eso explicaba su buen humor de hoy. Le sonreí y cuando se marchó miré a mi alrededor. El lugar estaba rodeado de jóvenes con sus respectivas "niñeras". No entendía porque aquellas pobres chicas tenian que ir acompañadas a todas partes antes de ser presentadas en sociedad.

Me coloqué bien el sombrero de copa y caminé a paso lento mientras jugueteaba con mi bastón, deleitándome con las conversaciones que escuchaba de pasada sobre la alta sociedad y sus trapos sucios. Aquello me hizo sonreir con cierta resignación. Londres estaba lleno de gente ávida de cotilleos.

Agathe St. James habia logrado escapar. Estaba euforica, pletórica, si no fuera porque tenía buena educación, estaría saltando. Había logrado despistar al grandullón que habia contratado su padre para vigilarla y asi poder visitar el parque, un sitio prohibidisimo para ella, ya que, segun su padre, aquello estaba lleno de carteristas y podrian hacerle a saber qué. Sin embargo a Agathe, le encantaba ver el verdor del parque, y todas esas personas paseando y hablando.
Se dispuso a pasear para empaparse del buen día, asi que cerró los ojos y asomó la cara al sol que pocas veces veia debido al tiempo normal en Londres. "Ah, que bien se está" pensó. También le vino a la mente la reprimenda que le esperaba en casa. Iba a ser monumental.
No dandose cuenta de por donde andaba, tropezó con su dobladillo de la falda y cayó de bruces al camino.

No tardó en acercarse a mi un niño con la cara muy sucia y vestido con unos arapos.

- Buen señor, si necesita usted compañia estaré encantado de dársela a cambio de unos peniques.- sonrió el chiquillo mientras corria para ponerse a mi altura. Le sonreí.

- No seas así, seguro que tienes cosas mejores que hacer que aguantar a un aburrido adulto. Así que te haré yo otro trato. Te doy cinco libras si me prometes que irás a la pasteleria a probar la especialidad de la casa.- dije mientras sacaba mi cartera.

Y en ello estaba cuando escuché casi a mi lado un golpe repentino. Me volví con brusquedad y mi en el suelo un lio de faldas y encajes. Me apresuré en pagar al niño y mientras volvía a guardarme la cartera en el bolsillo del pantalón corrí hacia la dama.

- ¡Por la reina Victoria! ¡¿Se encuentra usted bien señorita?!- le dije tendiéndole la mano para ayudarla a ponerse en pie.

Tosiendo por el polvo del camino que habia tragado, aceptó la mano que le tendía aquel amable señor, despues levantó la cabeza para agradecerle.

- Oh, yo.... creo que bien, muchisimas gracias - dijo sonrojandose debido a su torpeza - no veia por donde caminaba y... bueno... - miró por encima del hombro del señor y vio al grandullon guardaespaldas, como le gustaba llamarlo su padre, intentando buscarla. Acto seguido se incorporó en un lio de faldas, se arremangó la parte delantera con una mano y con la otra cogió a la del joven señor y se lanzó a correr hasta detras de un arbusto donde luego se agazapó e hizo que el joven lo hiciera tambien - shhh - siseó poniendose el dedo indice en los labios - no diga nada hasta que ese hombre - lo señaló - este bien lejos - susurró. y se dispuso a esperar a que el grandullón desapareciera de su vista.

- Suele pasar a menudo.- contesté con una ligera sonrisa de complicidad.- ¿Quien prefiere prestar atención al suelo terroso en lugar de hacerlo a todo lo que hay a su alrededor?

Me estaba quitando la capa para ofrecérsela en el caso de que se hubiese hecho alguna mancha en el vestido que pudiese causarle vergüenza cuando ella me cogió de repente y me llevó casi a rastras hacia unos arbustos. Las ideas locas de los libros que había leido no tardaron en brotar por mi mente mientras intentaba seguirle el paso, asombrado. ¿La estaria buscando algún asesino? ¿Seria una dama de la Corte Real que se disponia a traicionar la confianza de la reina?

Me agazapé junto a ella y la miré sin entender, aunque lo que de verdad no entendia era cómo había podido ser más lento en una carrera que alguien que llevaba faldas, enaguas y corsé. "Necesito hacer algun deporte" pensé.

- ¿Quien es ese hombre?- pregunté alzando la vista hacia el señor que ella me indicaba y frunciendo levemente el ceño.- ¿Le ha hecho algo? ¿Quiere que busque a algun guardia? Tome, pongáse mi capa debajo o su vestido terminará hecho un desastre.

Como el señor se acercaba hacia nosotros guardé silencio y me encogí ligeramente.