Cristiana gracias a mi padre

Mi padre, como la mayoria en este tiempo, era cristiano, practicante y mucho tiempo, habia pensado en llegar a ser parroco. Pero el matrimonio con mi difunta madre lo habia hecho renegar. Ahora, era yo la que pagaria esa cristiandad suya, acudiendo todos los domingos a la iglesia de la ciudad.

Con un vestido de muselina roja, y un sombrero, que me quitaria apenas llegaramos a la iglesia, sonreia mientras paseabamos, mi doncella y yo hacia alli.

Creia en Dios igual que creia en todo lo demás, pero pasar el domingo en la iglesia no era mi fuerte. Estar sentando rodeado de gente me incomodaba. Pero el párroco era un conocido de la familia y no queria dejar a mi madre en mal lugar. Bajé del carruaje y miré la alta catedral. Conmigo sólo venia Curdy, mi lacayo, porque los demás acudían a una pequeña capilla cerca de la abadía Lovegood, a la que se podía llegar a pie.

Saludé a un par de conocidos con un breve inclinamiento y me quité el sombrero ante algunos señoras de la casa real. Mientras todo el mundo se agrupaba para entrar, me quedé allí retrasando el momento. Curdy se quedaba fuera cuidando del carro y saber que iba a estar solo en la misa no me ofrecia buenas perspectivas. Miré a mi alrededor distraido, mientras balanceaba el bastón. De pronto golpeé algo y me volví al momento. Delante de mi había una señorita joven y su doncella.

- Oh, cielos! ¡Cuanto lo siento, señoritas! ¡¿A cual de las dos he tenido la desdicha de importunar?!

Apoyada en uno de los pilares que sujetaban la entrada a la iglesia, algo rozo mi falda larga con lo cual abri los ojos de par en par para ver que habia sido el motivo. Me encontre de frente con un caballero y su baston.

- No se preocupe - Dije mientras me agachaba un poco para acomodar mi falda de nuevo - Solo ha rozado esta vieja falda.

Sonrei sin hacer mucho esfuerzo ya que no habia supuesto un gran dolor a mi pierna. Gracias al señor que debajo de mi falda habia un cancan de mi abuela, que hacia tener mas vuelo al vestido y de paso evitar dolor ante posible ataques de caballeros con bastones.

- Va a entrar a la iglesia? O solo esta aqui esperando a alguien?

Sonreí aliviado al ver que no había causado daño alguno y deseé que no fuese sólo la buena educación de la joven, que no había querido reconocer la verdad para no incomodarme. Aunque fuese moda, debía empezar a dejar aquel trasto en casa. En ocasiones era un buen aliado contra ladrones o bandidos, pero no creia que fuese a necesitarlo demasiado en la misa.

- Igualmente le ruego que me disculpe, señorita.- pedí mientras le hacia una leve reverencia.

Miré a mi alrededor. No estaba esperando a nadie, la verdad, pero tampoco tenia muchas ganas de asistir a la misa.

- Eh...- titubeé. Finalmente opté por ser sincero aunque aquello atrajese malas consecuencias y rumores.- Si le digo la verdad, he asistido por compromiso, pero no por compromiso hacia el Señor, sino a mi madre que es una vieja amiga del primer párroco de esta iglesia. Pero no por ello me juzgue usted ateo, madame.- añadí al acto.- Benero a Dios y nunca le daria la espalda de esa manera, pero soy un humano demasiado débil y reconozco que las misas no son lo mio...

Puse cara de disgusto, pues sabía que no me habia explicado nada bien y hablar de aquellos temas ante la Iglesia y con una dama que probablemente asistiria a la misa incondicionalmente era algo bastante escandaloso.

Sonrei ante la confesion del caballero que tenia frente a mi y me tape la boca con la mano inmediatamente. No era decoroso sonreir de aquella manera a extraños. Me gire inmediatamente hacia mi doncella y la indique que fuera dentro junto a mi padre.

- Señor, si le soy sincera, yo tampoco vengo aqui por mi propio pie, es decir, solo vengo por mi padre, es un devoto cristiano desde que nacio, yo solo benero a Dios pero no voy a la iglesia por propia decision.

Desde luego no es una respuesta que deberia dar una dama como yo,pero estaba claro que yo no era como todas, era especial y pocas veces podia cambiar mi forma de ser.

- Intento buscar otro hobbies mientras mi padre sigue insistiendo que acuda a misa, ahora mismo estaba pensando que escusa poner para volver a mi casa, una enfermedad repentina...

Fue un gran alivio saber que la dama me entendia y había explicado en pocas palabras lo mismo que me pasaba a mi con aquel tema.

Cuando su doncella pasó por mi lado para entrar a la Iglesia me despedí levantándome un poco el sombrero de copa y después me volví hacia su señora.

- Puesto que ambos adoramos a nuestro Señor, no juzguemos a su padre por mostrar su devoción de una manera más convincente que la nuestra.- le sonreí, intentando que mis palabras no sonasen a burla sino sinceras como pretendia e inclinándome de nuevo.- Lawrence Lovegood.- me presenté.- ¿No le gusta la pintura? ¿El teatro?

En aquella ciudad era extraño que alguien no encontrase un hobbie, aunque también era probable que aunque la señorita lo hiciese, si su padre era devoto, no se libraria con facilidad de asistir a misa.

- Bueno... Siempre puede decir que un extraño hombre la ha agredido con su bastón y le ha dejado tal mancha en su vestido que ha tenido que volver a su casa antes de entrar.- sonreí.

Sonrei mientras me daba la gran idea de la mancha ficticia en el vestido. Desde luego que a mi padre no le hubiera servido como escusa para no rendirle homenaje aquel dia a Dios, pero para mi si lo era.

- A mi padre le da igual si pinto, cabalgo, leo o me tiro por un barranco siempre y cuando los domingos acudamos a misa. Pero hoy pienso librarme, hace un dia explendido en Londres y no quiero pasar el resto de la mañana metida entre cuatro enormes paredes. - Dije medio refunfuñando como cuando era un poco mas cria - Perdon.... Gabrielle Demming - Dije levantando la mano para que el la extrechara o besara.

Cogí su mano y me incliné para besarla.

- Encantado de conocerla, señorita Demming. Y espero que la idea de tirarse por un barranco se le quite pronto de la cabeza.- sonreí divertido.

La señorita me recordaba vagamente a Caroline y me pregunté porqué todas las damas que conocia hasta el momento tenian la necesidad de escapar de vez en cuando. La ciudad tampoco estaba tan mal, después de todo...
Eché un rápido vistazo al interior de la Iglesia. Casi todos los bancos estaban ocupados ya y no tardarian en cerrar las puertas.

- Como ambos hemos pecado ya al confesar que no deseamos entrar hoy a la misa, volveriamos a pecar de hipocresia si ahora atravesasemos esas puertas sagradas. Así pues, le propongo algo. Imaginese que usted estaba tan tranquila con su doncella cuando un desconocido se ha cruzado en su camino. Han entablado conversación y el joven ha decidido invitarla a dar un paseo. Como usted no estaba segura de si habria sido una falta de educación negarse, le ha acompañado.

Sonreí y me inlciné un poco.

- Así pues, ¿Aceptaria dar un paseo conmigo y librarme a mi también de pasar el día entre cuatro grandes paredes?

Sonrei ampliamente cuando el caballero me beso la mano. Asenti y mira dentro siguiendo su mirada, estaban todos los bancos completos. Desde luego ya no entrariamos en la iglesia y mi padre cuando lo descubriera se enfadaria mucho.

- Aceptare encantada su peticion desconocido. - Dije mientras levantaba mi mano para ajustar un poco mi sombrero y agarras el brazo de aquel hombte.

Comenzamos a caminar en direccion al este de Londres, los prados estaban verdes y espectaculares en ese lugar de la ciudad. Sonreia y caminaba con un paso relajada mientras pensaba en que haria cuando llegara a casa y tuviera que enfrentar a mi padre.

- Usted, señor Lovegood, viver cerca del centro de la ciudad? - pregunte curiosa - porque paseo por alli todas las mañanas, algunas de ellas acudo a la biblioteca que hay en la calle Maison. La conoce usted?

Le tendí el brazo con educación y cuando ella lo agarró empezamos a andar con tranquilidad, por mi parte esperando que no se notase la fuga furtiva. Cuando llevábamos unos veinte metros caminados escuché los portones de la Iglesia cerrarse. Aunque no deberia, me sentí aliviado de no estar apretujado entre cientos de personas. Las grandes multitudes me intimidaban mucho.

Mi acompañante me dirigió la palabra y la escuché con atención. Sonreí antes de contestar.

- Vivo en las afueras de la ciudad y vengo a la ciudad pocas veces. Normalmente cuando necesito algo.- asentí cuando me habló de la biblioteca.- Sí, es uno de los lugares que más frecuento cuando estoy por aquí. Creo que hasta el momento es la biblioteca más grande que he visto. En mi ciudad natal, Bath, hay varias también, pero la de Londres impone más. ¿Le gusta leer, señorita Demming?- suponí al ver que la biblioteca habia sido su primer tema de conversación.

Sonrei mientras dentro de mi cabeza, me entristecia que viviera tan lejor de Londres. Si en algun momento llegaramos a solidar nuestra amistad, tendria que recorrer toda la ciudad para reunirnos.

- Leer es mi pasion, la mayoria del tiempo que empleo al dia en mis hobbies, es solo para leer. Y usted? Lee algo señor Lovegood?

Pregunte curiosa mientras caminabamos en direccion a la calle principal de Londres. Cerca de la esquina de la calle principal com Manor Street, habia una cafeteria a la que acostumbraba a ir con mi hermana.

Asentí divertido al ver que teniamos la lectura como punto común.

- Leo a los antiguos filósofos y a nuestros grandes artistas como Shakespeare. También intento llevar al día a los jóvenes pensadores del momento. En el periódico publican algun relato que otro muy interesante. ¿Qué prefiere usted?

Realmente las jóvenes londinense eran dignas de admiración. De momento ya habia conocido a dos grandes lectoras que seguramente tendrian mucho mejor gusto que yo para elegir sus lecturas. Yo era poco original con ellas aunque intentaba estar al día con todo lo relacionado a la literatura.

Sonrei sorprendida ante lo que leia.

- Desde luego que Shakespeare es uno de los grandes, pero yo siempre he leido novelas romanticas, mi madre me leia historias de princesas y piratas y termine aficionandome a ellas. Soy una romantica empedernida aunque no pueda parecerlo.

Asentí con un movimiento de cabeza y dejé la mirada perdida al frente.

- El amor no es uno de mis temas favoritos para la lectura, pero tampoco dejo que eso me impida leer sobre ello. He leido algunas historias como las que usted describe y como ambos sabemos Shakespeare escribió rios de tinta sobre enamorados.- bromeé.

Meneaba el bastón de alanta atrás, olvidando mi último accidente. Saludé con un movimiento de la cabeza a un conocido, que me devolvió el saludo pero no se atrevió a acercarse al ver que estaba acompañado.

- Los piratas es una lectura poco apropiada para una dama, pero por eso mismo encuentro fascinante que le gusten tanto. Al fin y al cabo siempre han sido una representación de lo rebelde y lo prohibido.- continué.- Pero tendrá que explicarme su último juicio. ¿Por qué afirma que no parece una mujer romántica, señorita Demming?

Sonrei recordando aquel tiempo en que el mi madre me habia leido libros de Shakespeare, en los que algunos amantes no acababan juntos y enamorados para toda la vida.

- A veces... he oido como me llamaban fria y calculadora. Y creo que se debe a que no me he querido casar con cualquier pretendiente de mi padre, o porque no suelo acudir a los grandes bailes en sociedad, y lo peor, en cualquier caso, es mi padre que me lo repite una vez tras otra... pero no tengo nada de esos adjetivos en mi.

Respire hondo y cuando recorde a mi padre, aprete el puño de mi mano derecha. Siempre habia tenido que aguantar los reproches y desprecios de su parte. Me habia hecho una mujer fuerte a pesar de todo.

- Me fascinan los barcos, los piratas, toda esa gente que viven sus vidas en la mar, sin dar explicaciones a nadie, que sienten en su cara la brisa del amanecer.... - Cerre los ojos para sentirla yo tambien o al menos en mis recuerdos - Hace poco hice un viaje en barco, todavia lo siento en mi cara.

Sentía que me estaba juntando desde mi llegada a Londres con las damas más excepcionales y fuertes que había en la ciudad. Me sentía algo cohibido al saber que ellas tenian el valor de rechazar esas fiestas mientras que yo asistía en ocasiones a pesar de que no eran de mi agrado.

- Si usted no cree ser fria y calculadora, entonces no hay más que decir.- le aseguré.- Estoy seguro de que su padre quiere lo mejor para usted al buscarle marido. No me malinterprete, no digo que él tenga razón y usted deba casarse con quien no ama. Simplemente creo que los padres se preocupan en exceso. Le parece mal que a usted no le guste salir ni desea casarse, pero le parece mal precisamente porque sabe que en esta sociedad esos hechos se pagan con la critica y la marginación y él no quiere que usted sea fruto de habladurias. Claro, que tampoco lo conozco. Disculpe mi atrevimiento.

Yo lo veia así, porque mi madre actuaba igual. Ella era la primera en recordarme todo lo que estaba haciendo mal, pero en nuestro caso ella se resignaba y aguantaba porque sabía que no podía controlarme y ambos nos llevabamos bien evitando esos temas. A veces pensaba que mi pobre madre me toleraba demasiado...

- Yo nunca he subido a un barco.- reconocí, con cierta envidia por su preciosa descripción de lo que se sentía.- Supongo que es una libertad digna de experimentar. Sin embargo, ¿No teme a los piratas reales? Aunque a día de hoy estén más controlados por los gobiernos, tengo entendido que hubo una época en la que fueron muy sanguinarios.

Tenia toda la razon del mundo, mi padre se preocupaba de mi a su manera y yo a veces lo comprendia pero estaba claro que otras veces lo unico que queria era darle un puntapie. Pero para evitar esas cosas, directamente me encerraba en la biblioteca de mi casa.

- Lo comprendo y todos los padres se preocupan pero yo se que no soy fria ni calculadora, solo se que odio el sistema que nos rige actualmente, la sociedad, la reputacion... un sin fin de cosas que podria enumerarle.

Suspire y agache mi mirada, tenia razon tambien en cuanto a los piratas, como dicen siempre hay de todo en la mar, habia conocido piratas buenos, y piratas que solo robaban a ricos y tiranos.... pero tambien estaba la clase de satiros que arrancaban cabezas, dejaban barcos a la deriba...

- Desde luego que me dan miedo, en mis libros de novelas romanticas, solo hablan de piratas buenos que se enamoran de bellas damiselas, pero se de la existencia de los piratas como los que usted describe... de momento he sabido elegir bien mis compañias - Dije mirandole a el, desde luego que era una buena eleccion.

Ante sus palabras, eché una rápida ojeada a nuestro alrededor. Un par de mujeres que se abanicaban sin cesar lanzaban miradas discretas a dos jóvenes que estaban hablando tranquilamente sin hacer daño a nadie. Las damas cuchicheaban, seguramente porque la joven no iba acompañada de su dondella y aun no habia sido presentada en sociedad. Para las mujeres debía ser un pequeño alivio hacer su presentación, aunque por lo que me contaba la señorita Demming su libertad no empezaba a partir de ahí tampoco.

- Si me permite un consejo, no deberia odiar nuestro sistema de valores porque acabará volviendose loca. Lo mejor es ser optimista y reirse de ello.- aseguré mostrándole una suave sonrisa- Gracias a Dios, ambos estamos vivos y paseamos sin rumbo fijo por las calles de Londres. Y estoy seguro de que mucha gente hablará de ello esta misma tarde en los clubs. "¿Vio usted a esos dos jóvenes saltándose la misa? ¿Vio al señor Lovegood cogiendo del brazo a la dama, sin haberse presentado primero al señor Demming? ¡Qué gran escándalo! Apuesto a que se dirigian hacia el barrio bajo a por algo de opio!"- recité poniendo una voz aguda y exagerando un poco nuestra situación. Pues sabía que los enamorados que había visto antes estaban en mayor peligro que nosotros.

- Ojalá hubiesen más piratas como los de sus lecturas.- suspiré.- Muchas damas no tendrian que casarse con cualquier rico aburrido sin estar enamoradas. Aunque yo, sin ser pirata, no dudaria en secuestrar a mi amada si supiese que está destinada a otro hombre.- asentí divertido.- Me siento halagado por sus palabras, así que espero no aburrirle en nuestro paseo. Usted, que ha leido tanto sobre piratas, tendrá el listón muy alto con respecto a los hombres.- sonreí.

Sonrei inquieta al pensar que la gente hablaria de nosotros, pero me daba todo igual, yo sabia que ni fumaba opio, ni aquel caballero tendrias que presentarse primero a mi padre para poder hablar conmigo. Lo estaba pasando en grande.

- No se si llego a odiar el sistema que nos rige pero desde luego me gusta ser el centro de las habladurias de este pueblo, tengo la conciencia muy tranquila y se que no hago nada malo, verdada señor Lovegood? - Pregunte algo nerviosa sin saber porque.

Mientras reia por algunas cosas apretaba el brazo de Lawrence como sintoma de estar agusto.

- No tengo el liston alto, para nada, solo me gusta tener una conversacion inteligente con hombres que me demuestran serlo. Algunos de los que conoci en esos bailes, solo sabian hablar de sus fortunas y riqueza, cosas sin importancia para mi. - Y me quede pensando un segundo en lo aventurero que sea el señor Lawrence al secuestrar a su amada, futura amada, si tuviera que hacerlo - Desde luego es un hombre valiente y temerario, casi como mis amados piratas de las novelas, raptar a su amada, es algo... apasionante.

Mi lado más malicioso salió a la luz y le devolví una sonrisa pícara al ver que su pregunta llevaba un tono de duda repentina.

- Su conciencia está tranquila, pero sus palabras denotan cierta incertidumbre, si no me equivoco?- bromeé.- Sin embargo descanse, señorita Demming, pues yo le confirmo que no estamos haciendo nada malo. Al menos, tengo entendido que nuestra actuación está resguardada por el protocolo, así que pueden hablar, pero nunca tendrán razón.- asentí con la cabeza, divertido.

Ella estaba en lo cierto. Yo, que había acudido en alguna ocasión a algun club de caballeros, había escuchado de sus propias bocas lo importante que era casarse con una mujer adinerada, aun siendo ellos poseedores de fortunas.

- Totalmente de acurdo con usted. Algunos hombres creen que la mujer fue creada para pasar su vida detrás de ellos, adorándoles.- solté una risa despectiva y muy poco educada, pues aquello me sacaba de quicio. Para la sociedad aquello sí estaba bien visto. - En ocasiones me avergüenzo de mi sexo y condición, por eso espero ser para mi amada la excepción de todos esos pensamientos.

Yo mismo me perdí en mi propia aventura imaginaria. ¿Cómo podría rescatar a mi princesa ficticia? ¿Seria capaz o moriria?

- Bueno... He recibido clases de esgrima y el tiro con arco no se me da mal tampoco. Sin embargo preferiria que mi historia personal se pudiese arreglar con un buen diálogo entre ambas partes. Así que no me crea usted tan temerario, pues como ya sabrá, los hombres solemos jactarnos de nuestras palabras más que de nuestros actos reales.- afirmé.- Pero si se diera el caso, llevaré un cuaderno conmigo y escribiré toda la aventura para que usted pueda leerla.

Su sonrisa irradiaba malicia y eso era lo que me atraia a seguir hablando con el.

- Aunque mis palabras denoten incertidumbre, estoy segura, solo que hace tiempo alguien me aseguro que estaba a salvo de sus garras y... podemos decir que no cumplio su promesa - El canalla de Firelli hacia que mi cuerpo se estremeciera .

Caminamos rodeando uno de los jardines mas bonitos que habia en Londres, y se me ocurrio la enorme idea de entrar para poder estar mas rodeados de la sensacion de naturaleza, libertad y pureza. Sin decir mucho encamine al caballero dentro del jardin.

- No se avergüence señor, gracias a Dios siguen existiendo algunos caballeros que nos tratan con algo mas de igualdad, aunque nosotras sepamos que seguimos siendo las mujeres e inferiores en la mayoria de cosas, dejamos claros nuestros principios. - Sonrei porque parecia una revolucionaria. - Y en cuanto a la promesa de que escribira sus actos de valentia si los tuviera... preferiria vivirlos con usted, es mucho mas interesante.

No se si estaba bien o no revelar algo tan "intimo" al señor Lovegood, pero que mas se podria pedir que ser una damisela, rescatada por un apuesto caballero como el?

Asentí comprensivo. No sabía quien le había hecho daño a mi acompañante, pero sus palabras no se me pasaban desapercibidas.

- Nunca se fie de alguien que posea garras, señorita Demming.- Era una mujer fuerte, sin duda. Capaz de hablar de aquello con calma. ¿Estaria curada de veras de su dolor?- Pero como le dije hace un par de tardes a una buena amiga, hay que vivir cada aventura aunque termine mal, porque podría haber tenido un final feliz. Yo, por mi parte le aseguro que soy un hombre de promesa y conmigo solo corre el peligro de las habladurias que siempre llevamos detrás los miembros de la alta sociedad.

Me dejé arrastrar hacia una nueva ruta, cruzando unos jardines hermosos. Al fin y al cabo yo era practicamente recién llegado a la ciudad y la señorita sabría las mejores delicias para un paseo.

- Ciertamente. Y tengo entendido que en algunos paises se están llevando a cabo manifestaciones para aprobar el voto femenino en las elecciones políticas. Espero que algun día se comparta por todo el mundo.

La miré y sonreí ante sus siguientes palabras, pues no pretendia aburrirla con temas de política que ni yo mismo aguantaba.

- Me complace mucho su satisfacción por mi empresa. Realmente le gusta mucho la aventura, como me ha demostrado. ¿Seria muy descortés preguntar si ha vivido alguna gran experiencia?